La comunidad del Colegio Técnico Industrial Don Bosco Antofagasta celebró la eucaristía correspondiente al trigésimo domingo durante el año, ceremonia que fue presidida por nuestro padre director Juan Bustamante y que fue transmitida por nuestras redes sociales de manera diferida a diferencia de los otros domingos, debido a las elecciones por el Plebiscito Nacional, donde nuestro colegio fue sede de votación.
En la oportunidad se nos recordó la ley fundamental que tenemos como Pueblo de Dios: el amor a Él y al prójimo por amor a Dios. Y su palabra nos dijo muy claramente, que es nuestro deber el preocuparnos para que el mundo no olvide a Dios, aceptándolo y amándolo por encima de todo; pero para que tampoco se olvide de cada uno de los hijos suyos, sobre todo de los más pobres y necesitados.
En la liturgia de la palabra, precisamente en la primera lectura, Dios se muestra severo en cuanto al amor al prójimo, amor que debe hacerse servicio y ayuda generosa (Éxodo 22, 20-26). Mientras que en la segunda lectura, San Pablo elogia a la comunidad de los tesalonicenses, poniendo su ejemplo de vocación misionera para todas las comunidades de todos los tiempos (Tesalonicenses 1, 5c-10).
Mientras que en la lectura del Evangelio, es el mismo Jesús que nos habla y nos manifiesta que el amor al prójimo no es otra cosa, sino el mismo amor a Dios (Mateo 22, 34-30): “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento”, nos dice nuestro Señor Jesucristo.
En esta línea, el padre Enrique Fortin nos comentó, a través de su homilía, que “cuántas cosas podemos pedir a Dios mostrando amor al prójimo y nuestro amor a Dios. Sí, porque somos obra de Dios. Si realmente amamos a Dios hemos de amar sus obras y la primera obra soy yo, eres tú, somos nosotros y junto a la oración aportemos nuestro testimonio de vida: nuestra palabra valiente, fuerte y decidida cuando nos encontremos con aquello que quiera obstaculizar estas palabras de vida que nos ofrece el buen Dios. Amemos sus obras”.
Tras la presentación de las ofrendas y el momento de la comunión, concluyó la celebración con un compromiso: amar a Dios por encima de todo, convirtiendo nuestras vidas para poder transformar la injusticia en justicia, la ausencia de solidaridad en solidaridad, la desigualdad en fraternidad.