Colegio Don Bosco Antofagasta

Estimada Comunidad Educativa Pastoral:
 
 
Nuestro Arzobispo de Antofagasta, Ignacio Ducasse Medina, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, quiere dejar a ustedes un fraternal y agradecido mensaje.
 
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Publicado en Noticias 2022

Estimada Comunidad Educativa Pastoral:

Junto con saludarles fraternalmente, a continuación, queremos dejar a ustedes el mensaje de Cuaresma del Arzobispo de Antofagasta, Ignacio Ducasse Medina. Les invitamos a leelo con mucha atención e interés.

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Publicado en Noticias 2022

Estimada Comunidad Educativo Pastoral:

Queremos compartir con ustedes el mensaje que Monseñor Ignacio Ducasse, Arzobispo de Antofagasta, realizó en la homilía del día 18 de septiembre en el Tedeum por nuestra patria. Es un texto rico de contenido y que pedimos consideren en su reflexión para que se conozca la voz de nuestro pastor y podamos sacar provecho de su mensaje tan apropiado para estos tiempos.

EL SEÑOR SIEMPRE CUMPLE CON SU PUEBLO

1Re 3, 11-14

Salmo 84, 9ab. 10-14

Lc 22, 24-27

 

El Señor promete la paz / para su pueblo y a sus amigos”. La esperanzada certeza del salmista nos acoge en este momento de encuentro y acción de gracias a Dios por nuestra patria.

Saludo cordialmente a cada una de las autoridades aquí presentes, a los dirigentes y representantes de las instituciones de nuestra región y ciudad, a todas las personas que nos acompañan en este Te Deum y a quienes se unen a esta celebración a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Damos gracias al Señor por la posibilidad de volver a encontrarnos en esta iglesia Catedral para orar por Chile y sus habitantes. El largo período de excepción que hemos vivido a consecuencia de la pandemia ha calado hondo en todos nosotros. Ciertamente, no somos los mismos que entonábamos el Te Deum, himno de acción de gracias, hace dos años. Faltan hoy en este lugar hermanas y hermanos nuestros que han perdido la vida en este tiempo. A muchos de sus parientes y amigos no hemos podido despedirles como hubiésemos querido. Pero los que estamos aquí y quienes se unen a través de Internet tampoco somos los mismos de ayer. Un verdadero torbellino ha pasado (y tal vez sigue pasando) en medio nuestro. ¿Qué podemos discernir, a la luz de la Palabra del Señor, ante los acontecimientos del último tiempo? ¿Cómo entender la hora presente y cómo prepararnos para los relevantes pasos que dará nuestra sociedad en los próximos meses?

Hermanos y hermanas, Señoras y señores, nos ha cambiado la vida, y un primer sentimiento que nos une hoy es hacer memoria doliente junto a quienes han sufrido durante estos últimos meses la muerte de seres queridos, la enfermedad y sus secuelas, la pérdida de fuentes laborales y la precariedad económica. Para muchas personas este tiempo de confinamiento ha causado un importante deterioro en su ánimo y salud mental. Todos estos agobios se han visto incrementados cuando ellos afectan a las familias más pobres del país. Unos a otros nos quedamos debiendo, por decirlo de un modo coloquial, abrazos, conversaciones, apoyos.

El mejor modo de retomar el curso de nuestra vida es tomar contacto espiritual con lo que nos ha pasado, con el dolor, con las angustias vividas y con las lecciones que hemos aprendido en este tiempo. Démonos tiempo para conversar lo no hablado, para ponerle nombre a las emociones que nos pesan. Escuchémonos unos a otros, tratémonos con respeto y ternura, nos necesitamos en acompañar y consolar.

Ahora que hemos vivido la angustia, la precariedad y la incertidumbre, con mayor razón podremos mirar retrospectivamente nuestra vida personal y social y preguntarnos dónde hemos puesto nuestra mirada, cuáles han sido las prioridades y metas en la vida. Es tiempo de valorar la vida austera y las cosas sencillas que nos dan felicidad. Es tiempo de agradecer por la familia, revalorizar la comunidad, el barrio, las redes de amistad y compañerismo.

Al dar gracias en este día al Señor por la patria, una especial expresión de gratitud hacemos, en nombre de una multitud de hermanos agradecidos, a quienes han servido con abnegación heroica en los servicios de salud, redoblando sus turnos, separándose de sus familias, poniendo en riesgo su vida. Varios de estos servidores públicos perdieron su vida en medio de sus afanes durante esta pandemia.

En otros ámbitos del servicio además de la salud, han sido tantas y tantos los que han regalado tiempo, esfuerzo y tesón para prevenir y cuidar, para sanar y curar, para recuperar y consolar. Nuestra mejor expresión de gratitud es seguir cuidándonos, con la responsabilidad que corresponde a quienes compartimos una misma casa, que es la patria que nos alberga.

JUZGAR CON RECTITUD

Hermanos y hermanas, escuchábamos en la primera lectura: “Has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud”. Esto fue lo que Dios apreció en el rey Salomón, que optó por el camino de los sencillos y no antepuso sus motivaciones particulares.

Parece necesario detenernos un instante a examinar los propósitos y los medios con que hemos construido el debate público del último tiempo. Han sido debates intensos y en un contexto de excepción para muchos. Pero se trata de asuntos de gran importancia porque se relacionan con el bien común de la sociedad, con el presente y futuro del país, con el progreso, la paz social y la justicia.

Chile se prepara para tener una nueva Constitución, un nuevo Gobierno, un nuevo Parlamento y nuevos consejos regionales. No son simples eventos en el calendario y como ciudadanos preocupados por el bien de la sociedad hemos de involucrarnos activa y conscientemente en estas decisiones.

Es verdad que no faltan motivos para desencantarse de la política. En un cierto sentido es comprensible la decepción ciudadana ante la actitud de quienes, en vez de representar los intereses colectivos de su electorado, utilizan sus cargos para provecho personal, no trepidan en engañar y mentir, y se involucran en prácticas de corrupción y abuso.

Con razón se argumenta que cambian los gobiernos, se renuevan los parlamentos, y los grandes desafíos sociales siguen sin solución: la herida sangrante en la Araucanía, la desprotección de los inmigrantes, los injustos sistemas de pensiones, la deficitaria salud pública, especialmente la salud mental, la infancia vulnerada y la crisis de SENAME… Con razón la gente sencilla se molesta al ver cómo cientos de informes y diagnósticos de comisiones se quedan en los escritorios. ¡Tanto debate encendido, tanta frase para titulares, y tan pocas soluciones para los graves problemas de Chile!

Los lamentables escándalos de las últimas semanas demuestran que no es posible atribuir los males de Chile a un solo sector político o a una o dos generaciones. La ambición, la codicia, el abuso, se pasean por todo el mapa político de Chile, traspasan las distintas generaciones, ensucian a muchas instituciones, incluyendo a la Iglesia, y las nuevas caras no están exentas. Lo menos que pueden darle a Chile quienes hablan de justicia y transparencia, es la práctica honesta de esas virtudes que proclaman.

LA PAZ ES FRUTO DE LA JUSTICIA

Actualmente, nos interpelan situaciones, desafíos y procesos que se superponen. La incertidumbre global por la pandemia del Covid-19, sus efectos y su proyección en el futuro, sólo ha puesto en paréntesis el drama de la crisis climática sin precedentes que vive nuestro planeta. En Chile, además de los efectos del calentamiento global y el deterioro del ecosistema, se suma una crisis del marco regulatorio del agua y los recursos energéticos como bienes públicos. El papa Francisco nos ha dicho con suficiente claridad:

El sistema económico actual es insostenible. Nos enfrentamos al imperativo moral, y a la urgencia práctica, de replantearnos muchas cosas: cómo producimos, cómo consumimos, pensar en nuestra cultura del despilfarro, la visión a corto plazo, la explotación de los pobres, la indiferencia hacia ellos, el aumento de las desigualdades y la dependencia de las fuentes de energía nocivas”. (Videomensaje a los participantes en el evento mundial “Countdown” TED sobre el cambio climático, 10 de octubre de 2020).

El cuidado del planeta, la casa común, no es sólo tarea de las élites gobernantes, empresarios y líderes ambientalistas. De todos depende que esta hora de cuenta regresiva se transforme en un auténtico “nuevo modo” de habitar la tierra, en que el respeto a la dignidad de cada persona nos ayude a construir juntos un hábitat sustentable, donde la austeridad de vida sea el sello de esta nueva forma de convivir y habitar que hemos escuchado en el salmo: El mismo Señor nos dará sus bienes, / y nuestra tierra producirá sus frutos. / La Justicia irá delante de Él (Salmo 84, 14).

Otra situación de gravedad que nos afecta, como país y como región, es la inestabilidad política, económica y social que viven varias naciones hermanas del continente americano y que han obligado a muchos de sus habitantes a buscar una nueva vida en otras latitudes. La política migratoria chilena, durante largo tiempo descuidada y en los últimos meses aplicada con cuestionables procedimientos, sigue trayendo consecuencias de dolor a compatriotas y a hermanos inmigrantes.

Agradezco al Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), al Servicio Jesuita a Migrantes, a la red Clamor, nuestra propia Pastoral de Movilidad Humana y a tantas instituciones y personas que siguen trabajando para que el complejo asunto de los desplazamientos humanos se pueda abordar siempre garantizando los derechos de las personas. El Estado de Chile está al debe. Desde la Iglesia católica seguiremos acompañando a quienes tienen en nuestro país su última esperanza.

Señoras y señores, los desafíos globales que hemos mencionado están presentes, en forma cotidiana, en nuestra región. La situación ambiental y las decisiones políticas sobre la matriz energética no son ajenas a las preocupaciones regionales. Qué decir del fenómeno migratorio que ha modificado nuestra vida y que sigue siendo un desafío social y cultural que probablemente no hemos abordado desde una dimensión humana y una perspectiva comunitaria.

Finalmente, no podría como pastor dejar de decir una palabra sobre el grave impacto que ha tenido, entre nosotros, la violencia. Una violencia destructiva, permanente, naturalizada como parte del paisaje, no puede dejarnos pasivos o resignados. El país ha tomado nota del descontento social y de las legítimas demandas de una gran parte de la ciudadanía. Estamos ahora en un proceso de convención constituyente para pensar una Carta fundamental que siente las bases de una sociedad más justa e igualitaria. Por lo mismo, nada justifica hoy la violencia, ni en la Araucanía, ni en los lugares emblemáticos de Santiago, ni en nuestras ciudades de la región de Antofagasta. Los saqueos, el vandalismo, la destrucción, son delitos que deben ser sancionados.

La convivencia necesita bases mínimas para que podamos, todos juntos, trabajar para mejorar las condiciones de las personas y familias, y una de esas bases es la paz social.

Poco ayudan a la paz social los discursos beligerantes de los líderes, o las actitudes provocativas y violentas en medios de comunicación y redes sociales. Para quienes creemos en Cristo, la paz es fruto de la justicia, y esos valores sólo se logran con respeto y diálogo, con altura de miras, y sobre todo con humildad.

EL SEÑOR PROMETE LA PAZ A SU PUEBLO

En el Evangelio que se nos ha proclamado hemos escuchado la regla de oro para toda autoridad, para todo representante del pueblo, para todo dirigente de una institución. “El que es más grande, dice el texto evangélico, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como su servidor” (Lc 22, 26).

La vocación de servicio público se inscribe en esta máxima del evangelio. Jesús está en medio nuestro como quien se pone al servicio. Eso espera el pueblo de Dios de sus pastores. Eso esperamos los ciudadanos de quienes nos gobiernan, hacen las leyes, escriben la Constitución y dirigen nuestras instituciones. Queremos y necesitamos servidores públicos que busquen genuinamente el bien de Chile, que estén dispuestos a buscar acuerdos, que trabajen en forma mancomunada. No los queremos engañando ni denigrando a sus adversarios ni mucho menos sacando provechos particulares de sus roles públicos.

La ciudadanía tiene un rol esencial que cumplir en esta hora: informarse, escuchar, discernir y decidir en conciencia qué es lo mejor para nuestra región y para Chile. Una catarsis en redes sociales no acaba con las malas prácticas. Una funa no basta para hacer justicia con las personas que han sufrido abusos ni tampoco les repara. Chile ya ha tenido suficientes desahogos. Lo que se requiere hoy es cambio. Y ese cambio nos necesita a todos y a todas. Sin excepción. Nos necesita humildes, sencillos, disponibles, dispuestos a dar lo mejor de nosotros para que la patria se levante. Si una persona, si un sector, si una sensibilidad falta, Chile está incompleto.

El Señor promete la paz a su pueblo”. Y sabemos que cumple. Pero nos necesita a nosotros, a quienes creemos en Él y a todas las demás personas de buena voluntad. El Chile justo y solidario que soñamos no se impone por un decreto ni por un arreglo de unos pocos actores entre cuatro paredes. El Chile “hogar para todos” se teje, se construye, se anida. Nuestro Chile es una mesa familiar donde abrazamos y acogemos, donde compartimos lo que hay: penas, alegrías y esperanzas. Que nada nos desanime en ese propósito. Un país más justo y fraterno es un ideal por el que vale la pena seguir trabajando sin claudicar.

A Jesucristo, Señor de la historia, sea el honor y la gloria, por los siglos de los siglos.

 

Ignacio Ducasse Medina

Arzobispo de Antofagasta

Antofagasta, 18 de septiembre de 2021

Homilía Te Deum de Fiestas Patrias

Templo Catedral

Publicado en Noticias 2021
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